Alfredo Villanueva Collado
N.Y.
LA GUERRILLA FANTASMA
Nueva York: Editorial Moria, 1990
ÍNDICE
PRÓLOGO: HISTORIA NECROLÓGICA COMO VISIÓN PER –SONAL, POR SILVIO TORRES-SAILLANT.
1. RÉQUIEM
2. KIRIE
3. DIES IRAE
4. TUBA MIRUM
5. LIBER SCRIPTUS*
6. QUID SUM MISER
7. REX TREMENDAE*
8. RECORDARE
9. INGEMISCO
10. CONFUTATIS
11. LACRIMOSA*
12. OFFERTORUM*
13. SANCTUS*
14. AGNUS DEI
15. LUX AETERNAM
16. LIBERA ME
* Poemas aparecidos en Entre la inocencia y la manzana (San Juan de Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1996).
HISTORIA COLECTIVA COMO NECROLOGÍA PERSONAL
Silvio Torres-Saillant
La guerrilla fantasma de Alfredo Villanueva Collado nos coloca frente a una poesía fuerte, dura y provocadora. Densa en el contenido, tensa en la ejecución, parece orientada a producir sólo reacciones extremas. Balanceándose entre un hermético lirismo y una vehemencia intencionadamente libelista, el texto puede igualmente llevarnos a la exaltación solemne o a la repulsión virulenta. Lo que el poema no permite al lector es espacio para sentimientos medianos.
Este libro manifiesta su mayor tensión de texto poético en la ira reflexiva que se sostiene en la voz del hablante hasta el final. Acuñada mediante recursos estilísticos que en el poeta denotan indudable madurez artística además de libertina disposición a correr riesgos estéticos, la tensión se anuncia en los seis versos que, sirviendo de proemio, densamente resumen el poema: “América, vasto cementerio de suicidas. /Quererte es encamarse con los muertos./ Llamarte madre es ser hijo de puta./ Llamarte padre es portar uniforme./ Hijo de puta y mercenario, escribo/ en una tumba mi árbol necrológico.” Con tal introito, abreviando la desilusión y la pena histórica que pervaden el texto, queda claro que escuchamos un contra-canto al discurso celebratorio con que los latino-americanos acostumbramos a evocar el suelo que uno de nuestros apóstoles denominó Nuestra América.
El hablante en La guerrilla fantasma se ubica inicialmente en un plano subjetivo para, cantando con desencanto, enunciar su denuncia de la pretendidamente heroica historia de su gente. Narra su materia a partir de una percepción reconociblemente individual. Sin embargo, la materia de su canto no podía ser más colectiva, como tampoco podían ser más colectivas las condiciones que producen la ilegitimidad que se atribuye al identificarse como “hijo de puta y mercenario.” Se trata de una evocación de la historia de todo un continente y sus islas adyacentes, territorios que, según la frase de Eduardo Galeano, se han especializado en perder. Se trata, además, de una forma de contar dicha historia en la que prefiere enfatizar cosas que atentan contra la evocación tradicional, la que nos invita a ufanarnos enarbolando la heredad.
El tipo de razonamiento desplegado por el hablante a lo largo del texto baja a las esencias, detectando contradicciones a distancia, como en la lógica infantil del pequeño que no comprende por qué le gritan los padres para enseñarle a hablar en voz baja. No puede producirle éxtasis la narración del legado americano a un observador que repara en el bochornoso estado de neocolonialismo que padecen las Américas, zonas que han albergado algunas de las más cruentas dictaduras del planeta, desde Argentina a Uruguay, en los que, nos dice “no sale, /el sol, sino una bayoneta enrojecida. ”Se fija, por ejemplo, en que cantar el patetismo de la partida de Mambrú “a la guerra” en cierta medida silencia la otra parte de la historia de Mambrú quien, como típico hacedor de la guerra, seguramente al llegar al enemigo: “Violó niñas, castró adolescentes, /achicharró ancianos y aldeas.” Nos hace considerar la posibilidad de que nuestro proverbial patriotismo, la vocación por los padres de la patria, constituya una especie de adoración al militarismo. Por eso se abstrae, imprecando contra la “Madre puta, soldadera América,” denunciando la tradición epopéyica de narrar nuestra historia en la que ‘Se inventan próceres y efemérides, / perros peleando fronteras que no existen.” Nos lleva a notar la similitud existente entre las botas de nuestros próceres en las gloriosas efemérides y las botas asesinas del ‘soldado protector de padre América” que en nuestro hemisferio han convertido a más de una madre en una María, mater dolorosa.
En la decimoquinta de las dieciséis partes en que se divide el texto, se presenta el montaje de lo que podríamos llamar “una nómina de huesos” en un sentido mucho más literal de lo que a Vallejo se le haya podido ocurrir; aparece allí un “dramatis personae” compuesto de jóvenes latinoamericanos que, oscilando entre los 21 y 28 años de edad, fueron “desaparecidos” por los militares. Los datos biográficos dados al calce y el tiempo verbal escogido para invocar a los finados da la sensación de que el hablante los siente como individuos y los siente presentes. Aquí, como en tantas otras partes del poema, insiste el hablante en la relación entre el militarismo y la muerte. La soldadesca, compuesta según él de “vasallos marciales,” lo que recuerda la dependencia de las estructuras de poder criollas de fuerzas exteriores a ellas mismas, se ve aquí como portadora de la muerte. Su aversión a los símbolos de la fuerza llega a la intransigencia y rechaza cualquier opción que, en procurando remedio, incluya la posibilidad de una cuota de muertos: “Si creéis que hablaré de la lucha armada/ os equivocáis,” anticipa con firmeza, descartando así la salida tradicionalmente propuesta por los propulsores de la revolución socialista. Desestimando la dicotomía contenida en el binomio capitalismo-comunismo, no considera que sea plausible “ser de un bando o del otro.” De ahí que le aterre el uniforme militar en la persona de Fidel Castro, paladín de la revolución latinoamericana, igual que en la persona de Augusto Pinochet, bastión de la extrema derecha.
Sin embargo, la ira que sostiene la voz narratoria en La guerrilla no da lugar a la sobriedad que implicaría tal neutralidad. Por eso, no obstante pronunciarse como el apóstata del socialismo igual que del capitalismo, los términos con los que describe la desafortunada condición de los latinoamericanos por lo general aluden a problemas vinculables al dominio de los Estados Unidos sobre el hemisferio. Desde la señora puertorriqueña quien en su enajenación se hace eco del discurso típico de la Moral Majority, a la diáspora de los latinos que “se van al Norte’ persiguiendo el elusivo American Dream, seducidos por “el cuento del dorado/ que se inventara con respecto a ellos mismos,” a la dependencia económica y el adyacentismo cultural que reina en las tierras de “américacolonia .../ américaesclava.../ américapaisaje.., “ donde los oprimidos se convierten en ‘emigrantes emigrados proclamando las glorias del imperio,” las imágenes evocadas para ilustrar el malestar de Latinoamérica apuntan innegablemente a la condición de subordinación de estos piases con respecto a su aliado imperial de Norteamérica. Queda claro, además, que cuando la voz implora, desesperanzada, un fin para “la matanza/ la compra/ la venta,: sus referencias sólo aluden al mercantilismo capitalista en las repúblicas clientes del hemisferio y al tributo de sangre que el mismo exige.
Pero de todas maneras, la voz que crea Villanueva-Collado no propone fácil panacea para la situación de América. Opta, más bien, por una salida personal, “decirlo todo,” que es la función del poeta-profeta. Se asigna la tarea de servir de portavoz de los muertos, de ‘necrófilo vidente” capaz de hablar con y por los muertos. En muchos sentidos estamos frente a un poema fúnebre. Los epígrafes en latín que encabezan cada una de las 16 secciones del texto proceden del réquiem en la liturgia tradicional y contribuyen significativamente a corroborar el ambiente luctuoso del poema. Fue específicamente en la versión de Verde, sobrecogido por la violenta solemnidad de su música, que Villanueva-Collado percibió una estrecha relación entre su canto y el Réquiem, y decidió cultivar ese influjo. Puede notarse aquí una especie de contrapunto entre motivos salidos del texto latino de la liturgia y los versos de nuestro poeta., Mediados por la música verdina. Esto dará material de estudio a aquellos interesados en escudriñar la relación entre la poesía y la música cuando la primera se compone bajo el influjo de la segunda. Pero lo más obvio, que es lo que aquí importa, no resulta menos significativo: la forma en que la unión intertextual del Réquiem y los versos del poeta incrementan notablemente la atmósfera mortuoria del poema.
Hay otro intertexto que demanda nuestra atención: los dibujos de Víctor Amador que ilustran las distintas partes del poema. Estos trabajos, preparados exclusivamente para acompañar el poema de Villanueva-Collado, captan de forma monstruosa la violencia contenida en La guerrilla. Son imágenes agrias éstas de Amador. Son certeras. Nos llegan a la médula porque, no obstante no haberlas visto ni haberlas querido ver nunca, las reconocemos inconfundiblemente. Describen con hiriente sinceridad nuestra sujeción. El texto visual de Amador y el verbal de Villanueva-Collado conversan con tal armoniosidad que parecen manifestaciones de una poética común. Compañeros por casi dos décadas, Villanueva-Collado y amador colaboraron aquí por última vez, visitado el último tempranamente por la muerte hace apenas unos meses, como si algún voluntarioso azar quisiese nefastamente incrementar el inventario de muertos que informa el árbol necrológico del poema.
Apoyándose en diversos recursos, el autor de La guerrilla atina a construir una voz problematizadora que, reacia a concebir la muerte como abstracción metafísica y descardando racionamientos sistémicos o salidas dicotomizantes, procura mediante la atención personal al destino de sus muertos, delimitar claramente el marco de su súbver-sión. Si nadie le garantiza medida que precluya el derramamiento de sangre o la eventual reproducción de las estructuras opresivas de las que nuestros pueblos dicen querer salir, se dedica a vociferar contra rodos los que de alguna manera participan en el diálogo de la muerte. Más que dirigida al imperialismo, su denuncia va contra los vasallos locales de Latinoamérica. Tampoco la dirige exclusivamente a los gobiernos o a los símbolos más tradicionales de las estructuras de poder, sino también a los oprimidos que en muchos casos colaboran con su sujeción. En esta forma de ver las cosas: “Las víctimas son los victimarios. / Los verdugos son los condenados, / Cada asesinato es un suicidio./Cada emigrante un vendido.” Así proclama el hablante la simbiosis entre los de abajo y los de arriba, rechazando la visión que pinta al oprimido como un noble salvaje.
El hablante se ubica, pues, en una perspectiva más de testigo que de partícipe. Resulta indudable en ese sentido que lo que permite a Villanueva-Collado concebir la persona de su poema es su propia condición de circunstancial exterioridad a respecto del drama latinoamericano. De ahí su cruel objetividad. Mira desde afuera, desde su condición de intelectual inmigrante puertorriqueño en Norteamérica, y eso le deja ver sólo el lado opuesto, el enemigo que estima responsable de la infelicidad imperante. Quien está fuera, menos amenazado por la inmediata violencia del suelo criollo, goza del privilegio de mirar panópticamente el cuadro entero y poder notar lo que parecería ser cierto grado de complicidad entre las partes presumiblemente dispares. Sin embargo, esta misma exterioridad, tornándose en autoconciencia, agudiza el envolvimiento emocional del observador. Tal es el caso de nuestro poeta. La distancia lo acerca desgarradoramente a Latinoamérica. El enorme fenómeno geopolítico que lo tiene viviendo por tantos años en el Norte no logra separarlo de su suelo espiritual en Latinoamérica.
Frente al quejoso drama histórico que se narra en La guerrilla fantasma, el hablante busca militantemente el margen. Llevando el bastardismo de su voz hasta sus últimas consecuencias, desafía el favor de los bandos existentes y se afilia únicamente a la guerrilla de los muertos. En la última sección del poema, propone como única salida la emulación de Jeremías, a quien estima “único ejemplo posible.” En nada sorprende esta salida dado que al antiguo profeta hebreo también le toco pronunciar la desdicha de su pueblo, Judá, al que tildó de “pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye” (Jer. 5:21). Con una videncia hipersensible para “la violencia y destrucción,” Jeremías vaticinó cosas que le merecieron encarcelamientos, golpizas e intentos de asesinato. En su tierra natal se llegaron a juntar los sacerdotes y profetas para decir a los príncipes y a todo el pueblo “En pena de muerte ha incurrido este hombre, porque profetizó contra esta ciudad” (Jer. 26”1). Viene al caso también que jeremías, contra todos los vejámenes que le acarreara su videncia, desarrolló como ningún profeta del Viejo Testamento un significativo equilibrio entre la dimensión histórica de su llamad profético y su drama de hombre individual, lo que se percibe en el tono íntimo de su invocación cuando intenta comunicarse con la voz divina, por lo que ha merecido el epíteto de ‘padre de la religión personal.”
Nuevo Jeremías, el hablante en La guerrilla da categoría histórica a su drama personal o, lo que para el caso resulta igual, procura la manifestación personal del drama histórico que narra. Villanueva-Collado ha forjado en este texto, con éxito rara vez alcanzado por poetas, una voz que, admitiendo y absorbiendo las contingencias entre aparentes opuestos, fusiona lo individual con lo histórico-político. Lo natural normalmente ha sido que Héctor abandone los brazos ansiosos de Andrómaca para cumplir con su misión de prohombre histórico e inmolarse bajo la espada de Aquiles, o que Eneas deseche las cálidas sábanas de Dido para ejecutar el olímpico dictado de sentar las bases de un gran imperio. Es decir, se ha estimado admirable que, cuando se presente el dilema, la persona sepa subordinar su rol de individuo privado a su misión de agente histórico. La literatura moderna, rebelándose contra la tradición heroica de los antiguos, ha enaltecido el antihéroe que antepone a lo histórico su pequeña soberanía de individuo privado. Pero en esa rebeldía ha sustentado, en vez de eliminar, la vieja dicotomía, de la misma manera que sustenta la existencia de Dios el auto-proclamado ateo que impreca contra el Altísimo.
En La guerrilla Villanueva-Collado va más allá y niega la inevitabilidad del dilema, respondiendo a lo histórico-político con medidas típicas del ámbito de lo privado y viceversa. Nótese que el bastardismo que se atribuye, el reconocimiento del cual le permite propugnar por la subversión absoluta, es el resultado directo de proceder de un continente históricamente prostituido. En el imperio de la papa frita (1988), un reciente libro del poeta que se lee como el alarido de un individuo amargado por el destino colonial que le ha acaecido a su pueblo, también se puede entender como la plegaria colectiva de un pueblo en la amarga evocación de su devenir colonial durante los últimos noventa años de la historia puertorriqueña. Asimismo, en La guerrilla, que presenta una visión continental y macrocósmica de la misma realidad que en su dimensión insular se manifiesta en En el imperio, el hablante llora como individuo sus íntimos difuntos a la vez que, a través de esa plegaria personal, nos revela políticamente el árbol necrológico en que se inscribe la historia de América.
REQUIEM
Requiem aeternam dona eis, Domine,
Et lux perpetua luceat eis
Te decet hymnus, Deus, in Sion,
Et tibi reddetur votum in
Exaudi orationem meam,
Ad te omnis caro veniet.
Requiem aeternam dona eis, Domine,
Et lux perpetual luceat eis.
América, vasto cementerio de suicidas.
Quererte es encamarse con los muertos.
Llamarte madre es ser hijo de puta.
Llamarte padre es portar uniforme.
Hijo de puta y mercenario, escribo
En una tumba mi árbol necrológico.
Kyrie
Kyrie eleison
Christe eleison
Kyrie eleison
Esto no es fácil.
Esto
no sale.
Sale
la destrucción del contrario
la aniquilación del semejante
una marejada
sobre los catafalcos
de los padres
de las patrias podridas
el lodo corrosivo
lavacatedrales
Esto
no es
fácil.
Esto
no es
lo que
se permite.
Pero se cansa uno
de ser humilde
diplomático
callado
de morir con los que están muriendo
y repetir lecciones.
Mambrú se fue a la guerra
sin nada de dolor y con muy poca pena.
Violó niñas, castró adolescentes,
achicharró ancianos y aldeas.
Portaba en la mano manual de instrucciones
publicado en países civilizados
con diagramas, con ilustraciones.
Mambrú se fue a la guerra
sin nada de dolor y con muy poca pena.
Mutiló su familia, arrasó sus tierras.
Murió atravesado de bala fraterna.
Portaba en la mano bayoneta extranjera.
¿De cual dios fue Mambrú la imagen necesaria?
¿A qué dios se le pide piedad para América?
DIES IRAE
Dies irae, dies illa
Solvet soeclum in favilla
Teste David cum Sybilla:
Quantus tremor est futurus,
Quando judex est venturus
Cuncta stricte discursurus.
Una vergüenza, pronunciar ese nombre.
Un pudor teñido de tortura.
Mis labios doncellas abiertas con picana.
Qué formas raras del amor, el degollamiento,
la electricidad, los genitales quemados,
cuerpos dinamitados en desiertos inverosímiles,
balas pene/trando orificios de niños.
Madre puta, soldadera América,
Mienten tus hijos para protegerte.
Se inventan próceres y efemérides,
perros peleando fronteras que no existen.
La muerte es una jungla indivisible.
Cantan los poetas cielos y espacios.
No recuentan los ríos enrojecidos de tu leche.
No narran la podredumbre de tus carnes
viva aun con la gusanera de los arrojados
en fosas escondidas, de noche cubiertas
con medallas y mierda de generales.
Esta es la única libertad posible:
decirlo todo
con una voz pequeña, con un dedo pequeño
señalando
el camino por el que se acercan los muertos.
Vienen mostrando sus rostros raidos,
sus miembros rotos, sus órganos disueltos.
Vienen sin bocas, deseando mi boca.
Siento en la lengua el ácido del miedo,
lo salado del miedo, el amargo del miedo,
lo dulce del aire mientras caigo al océano.
Si tengo suerte vomitará mis huesos
sobre las costas de algún país civilizado.
TUBA MIRUM
Tuba mirum spargens sonum
Per sepulcra regionum,
Coget omnes ante tronum.
Cum resurget creatura
Judicanti responsura.
¡Los ríos, los ríos, el agua envenenada
arrastra cuerpos, el agua salvaje
de las costas vomita
cuerpos! ¡Llueven cuerpos, no
agua sobre la tierra muda! ¡Los habitantes
de las aguas engordan con
lo que flota por un tiempo y se
hunde luego para siempre en
el limo verde y acuoso
del olvido!
¡Los vientos, los vientos melenudos
que se precipitan desde las alturas, arrastran
los aullidos, los vientos a caballo
de las pampas y llanos arrean en rebaños
ovillados las súplicas, las oraciones,
las maldiciones, los nombres
que se dijeron o se pensaron o se sangraron
en los minutos antes del olvido!
¡Sobre Argentina, Brasil,. Colombia,
Chile, El Salvador, Guatemala,
Haití, Honduras Panamá,
Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay, no sale
El sol, sino una bayoneta enrojecida
que sobre el cielo marca el comienzo
del día de los asesinos, el miedo
interminable, y horror sin
nombre, y el
olvido!
LIBER ESCRIPTUS
Liber scriptus proferetur,
In quo totum continetur,
Unde mundus judicetur.
Judex ergo cum sedebit
Quidquid latet, apparebit
Nil inultum remanebit.
Muy distinguido profesor que leéis
estas líneas blasfemas que no concuerdan
con la música leve de vuestras pajas;
con las caricias tantalizantes de vuestros dedos
bajo la bolsa vacía de vuestros sueños,
oídme expresarme en el neto castizo
como lo hiciera el roquero Dalton
tan revolucionario pero tan correcto.
Si creéis que hablare de la lucha armada,
os equivocáis.
Hablare de la rosa
blanca y roja, semen de padrote y sangre
de virgen, roto de gamín violado por mendigos
(os refiero a la boca de la ballena).
La rosa roja como un cordón eléctrico,
la rosa blanca como un balde de mierda,
cerrad los ojos, mi querido colega,
esto sucede pero no pasa.
Pronto ha de ser un mal recuerdo
no recogido en antologías.
En buen castellano, no español de las islas,
Dios el cabrón nos libre del futuro.
El día es tan hermoso,
el vino, suculento,
y la muerte, caliente.
Señor profesor dadme un beso de lengua.
Prefiero la francesa, mas también la italiana.
para que se me quite este sabor
a carne agusanada,
para que los muertos tan niños renuncien
al amor que desean vivir en mi cuerpo.
Salvadme para siempre del don de la videncia.
Haced que enmudezca con medallas y dólares.
QUID SUM MISER
Quid sum miser tunc dicturus?
Quem patronis rogaturus,
cum vix Justus sit securus?
Y ella escribió:
Le digo, profesor,
a veces me da tanta vergüenza . . . .
¡Un poeta de los míos atacando a Dios!
¡Un poeta de mi país, atacando
a los americanos!
Después que han sido tan buenos
con nosotros. . . .
Si no fuera por ellos,
Otra Cuba seriamos,
Otra Nicaragua.
No tendríamos ni para comer.
Mis hijos no irían a la escuela.
Se los hubieran llevado para Rusia
A trabajar las minas de Siberia.
Le digo, profesor.
Los poetas no deben hablar mal de Dios.
Tenemos que hacer Su voluntad todo el tiempo.
El progreso nos viene del Padre Eterno.
Le prendí una vela por un televisor
y al otro día me gané la lotería.
Y en lo que respecta a los americanos
¿no estamos seguros, no estamos felices, no estamos aquí?
¡No como esos pobres latinoamericanos!
Tienen que decir que son puertorriqueños.
Todo el mundo quiere ser puertorriqueño.
Nos dan los trabajos en las factorías.
Nos dan los trabajos en los hospitales.
Nos dan los trabajos en los restoranes.
Nos dan ayuda, nos dan cupones, nos dan esta escuela.
Hasta podemos votar por Mister Reigan.
Y no le tememos a la migra.
Por lo tanto, me gustaría
que se dejara de enseñar pocasvergüenzas.
No son propias y no son verdad.
¿Por qué siempre la literatura es negativa?
¿Por qué hablar de sufrimiento y de pobreza?
¿Por qué cantaletear con los derechos?
Una dama no los necesita,
sólo un buen marido que la cuide.
La literatura es ocasión de pecado.
¡Hasta menciona a los homosexuales!
No dejaré que mis niños la toquen.
Y he sufrido tanto en este curso
que tiene usted la obligación moral
de tomar mi sufrimiento en cuenta
cuando me dé la nota,
y respetar mi religión, mis años.
REX TREMENDAE
Rex tremendae majestatis,
Qui salvandos salvas gratis,
Salvea me, fons pietatis.
El Che Guevara cabalga desnudo.
Los cascos del caballo le endurecen el cuerpo.
El Che Guevara me mira desnudo
desde una nube empapada de sangre.
Los labios del Che sonríen entreabiertos.
Velados antojos guerrilleros provocan.
La mirada del Che se sitúa en la jungla
donde retozan grandes gatos negros.
El torso del Che conduce al abismo
donde desespera la columna que canta.
Los dedos del Che trazan arabescos
sobre los bordes de agujeros trágicos.
La piel del Che se tiñe de arco iris
con los olores de la primavera.
Desciendo por el cuerpo infinito del Che.
Me sumerjo en los azules de su espalda.
Trepo por el rosa violeta de sus muslos.
Exploro el verde selva mojado de su sexo.
RECORDARE
Recordare, Jesu pie,
Quod sum causa tuae viae:
Non me perdas illa die.
Quaerens me, sedisti lassus:
Redimisti Crucem passus.
Tantus labor non sit cassuc.
Juste Judex ultionis,
Donum fac remissionis
Ante diem rationis.
La historia está compuesta de palabras.
Sólo palabras.
:Las palabras, más importantes que los hechos.
Más importantes que las verdades.
Con palabras se creo el universo.
En el principio fue el verbo,
La primera palabra, la primera mentira.
Juguemos con la manzana.
¿Es acaso un objeto o un nombre?
Fruta roja, ocasión de pecado
según relatos hechos de palabras.
Los pies negros no conocían la manzana.
Los guaraníes no conocían la manzana.
Los caribes no conocían la manzana.
Los tainos no conocían la manzana.
Los aruacos no conocían la manzana.
Los mayas no conocían la manzana.
Los incas no conocían la manzana.
Los aztecas no conocían la manzana.
Los chibchas no conocían la manzana.
Esta fruta no es universal o platónica.
Juguemos con América.
¿Es un territorio o una imagen?
Un ingrediente o un producto?
¿Cuáles son las palabras de su forma?
(Esto no es fácil. A cada grito
el poeta traga un buche de sangre
que un muerto le trae para que recuerde).
Juguemos con América.
Juguemos con palabras de todas clases.
Las que se guardan en crónicas y documentos.
Que se publican en los periódicos.
Que se pronuncian en peroratas y pesadillas,
Las palabras de las telenovelas,
de los emigrantes, los desaparecidos, los verdaderos,
los encontrados.
(Esto no es fácil. Cada vez que se mueve
el poeta se entierra el hueso de una mano
que un muerto estira para acariciarlo).
INGEMISCO
Ingemisco, tanquam reus:
Culpa rubet vultus meus,
Supplicanti parce, Deus.
Qui Mariam absolvisti,
Et ladronem exaudisti,
Mihi quoque spem dedisti.
Preces meae non sunt dignae:
Sed tu bonus fac benigne,
Non perenni cremer igne.
Inter oves locum praesta
Et ab haedis me sequestra
Statuens in parte dextra.
Se corre la voz por entre los militantes.
Los compañeros comentan, ahuecando las voces:
esos hermanos, tan reaccionarios,
hacen demasiadas preguntas,
simpatizan con todo el mundo,
no se someten a la disciplina
que requiere la lucha y el partido.
No se dejan concienciar debidamente.
No son útiles a la causa.
Se corre la voz por entre los primos.
Los tíos comentan con voces apagadas:
Esos muchachos, tan inteligentes.
Qué pena que sean subversivos.
La culpa es del padre, nacionalista.
La culpa es de la madre, metida en líos,
defendiendo a los estudiantes huelguistas,
protestando ante la intervención policíaca.
Ayer, por este vecindario,
hacían preguntas sobre los cuatro,
Acerca de reuniones a deshora,
de opiniones en contra del gobierno.
No está mal, tener sus ideales
mientras no se promueva la violencia.
Ante todo, el respeto a la ley.
Por eso se han llevado arrestado al muchacho.
No ha querido servir en el ejercito.
Ayer por la mañana, en la escuela,
indagaban sobre la madre.
Hoy ningún colega respetable le habla.
Ella aprieta los labios y da los buenos días.
Me cuentan que la vieron derramar una lágrima.
Hijo, ten cuidado en el supermercado.
No hables tu idioma, que no agrada.
Mira que han quemado ya la casa
de los otros hispanos en el pueblo.
No atraigas atención, no rías fuerte.
Alguno va a llamar la policía.
No me digas que no pasan esas cosas.
Con esta gente, una nunca sabe.
Hijo, no identifiques tus creencias.
Recuerda cómo me trataron en la escuela.
Si tu hermana hubiera sido más discreta
no se hubiera enchismado la familia.
Si tu padre no fuera tan abierto
no se hubieran retirado los vecinos.
Aquí al menos conseguimos casa.
No toques música de esa en el balcón.
Cierra las puertas. Cierra las ventanas.
(Esto no es fácil. Una muerta se acerca.
Lloran suspiros sus cuencas vacías.
Se arrodilla el poeta. Le pide perdón
por cualquier semejanza con su historia).
CONFUTATIS
Confutatis maledictis
Flames acribus addictis:
Voca me cum benedictis.
Oro supplexet acclinis,
Cor contritum quasi cinis:
Gere curam mei finis.
No es posible
ser de un bando o del otro.
No interesa
el color de los hombres que compran.
Interesa
el color de los hombres que venden,
las monedas
por las cuales se vende el futuro de todos.
Los muertos no me dejan
lavarme la vista
enjuagarme la piel
el sabor de sus gritos
el olor de su sangre
está aquí conmigo en la vergüenza
en el exilio el vasallaje el conocimiento
del esclavo que agradece desde mi garganta
a los pies del capataz la caricia del látigo
contento de la mueca de asco en los labios del amo.
Nuestra América
de mitos próceres efemérides estatuas
discursos literatos coronas paradas.
Nuestra América
de militares asesinos sacerdotes asesinos
señoras respetables y asesinas
emigrados emigrantes proclamando
las glorias del imperio
haciendo de gansos capitolinos cuando atisban
sobre el horizonte la marejada roja que los haría
responsables del mundo
Nuestra América.
Los espejos no devuelven su reflejo.
Sobre la tierra no proyecta sombra.
LACRIMOSA
Lacrimosa dies illa,
Qua resurget et favilla
Judicandus homo reus.
Huic ergo parce, deus:
Pie Jesu domine,
Dona eis réquiem. Amen.
Ave María llena de desgracias.
Se llevaron a tu hijo de madrugada.
Los vecinos cerraron las ventanas
por no escuchar tus alaridos.
Nadie se ocupó de bendecir tu nombre.
Dejaron de mencionarte en los corrillos.
Voltearon los rostros cuando pasaste
Por no contestar a tus preguntas.
En el cuartel rió el uniformado.
Te informó que no habías parido.
El fruto de tu vientre era mentira.
Nunca más supiste de aquel mozo.
No pudiste acunar su esqueleto.
Ave María, llena de miserias.
Se llevaron a tu nuera de madrugada.
La sacaron arrastrada por el pelo.
La violaron en el medio de la calle.
La arrojaron en una furgoneta.
Con ella se llevaron a tu nieto de un año.
Los vecinos cerraron las ventanas
por no escuchar tus alaridos.
En el cuartel rió el uniformado.
Te informó del descubrimiento de una fosa
en una zanja al lado de un camino.
Los cuerpos vivos ardieron por horas.
Tuviste suerte. Reconociste un aro.
Ave María, dolorosa en vida.
Ahora, con otras, caminas una plaza.
Portas un cartelón con un retrato.
No hay quien pueda mirarte de frente.
Tu mirar escudriñante quema.
No hay quien resista el escuchar tu voz,
ráfaga del viento muerto de la pampa,
del viento helado de tu corazón.
En el juicio rió el uniformado.
Informó ante la corte que no sabía nada.
El jurado sapiente lo declaró inocente,
Soldado protector de padre América.
OFFERTORIUM
Domine Jesu Christe, rex gloriae,
libera animas omnium fidelium defunctorum
de poenis inferni et de profundo lacu;
libera eas de ore leonis,
ne absorbeat eas tartarus,
ne cadant in obscurum.
Sed signifer sanctus Michael
repraesentet eas in lucem sactam.
Quam olim Abrahae promisisti
Et semine ejus.
Hostias et preces tibi, Domine,
laudis offerimus.
Tu suscipe pro animabus illis,
quarum hodie memoriam facimus.
fac eas, Domine, de morte transire ad vitam.
Por no morir de hambre,
Por que no los rapten y los torturen;
porque se han tragado el cuento del dorado
que se inventara con respecto a ellos mismos;
Por creer en la computadora y el progreso,.
porque desean trabajar y pagar deudas,
y ya no les queda ni la esperanza
de que se arregle la cosa en el milenio,
te abandonan tus hijos Padre América,
se arrojan al vacío desde tus orificios,
resbalan por tu boca desdentada,
ruedan de tus ojos enrojecidos,
se gotean de la punta de tu miembro,
tu semilla, convertida en excremento.
Se van al Norte,
con las calles alimentadas de tostadoras,
con el aire cargado de supermercados,
con el agua vitaminizada.
Se van al Norte.
Al Norte, al Norte donde serán más blancos,
el Norte de los vaqueros y los banqueros,
al Norte, donde se cambiarán los nombres.
Las fábricas esperan con palancas abiertas,
los campos de lechugas y tomates esperan,
esperan las cocinas de grandes restoranes,
las esquinas de numerosas calles,
donde se vende en sobres el ensueño de América,
la blanca leche en polvo de sus suelos.
Se van al Norte.
Con las calles pavimentadas de diplomas,
con el aire cargado de artículos y ensayos,
con el agua metaforizada.
Se van al Norte.
Al Norte, al Norte, donde hay grados y becas,
al Norte de las editoriales y ferias culturales,
al Norte, donde se adquiere reconocimiento.
Esperan los salones de clase y catecismo,
los recitales y tertulias de exiliados esperan,
esperan profesores ávidos de poetas
en los recintos de instituciones respetables
donde se redacta la mentira de América,
el fármaco oficial de su historia.
SANCTUS
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus, Deus Sabaoth.
Pleni sun coeli
et terra gloria tua.
Hosanna in excelsis.
Benedictus, qui venit
In nomine Domini.
Pleni sunt coeli
Et terra gloria sua.
Hossana in excelsis.
El día que Fidel se vista de blanco,
se afeite el bigote, escupa el cigarro,
sonría, se calle frente a los micrófonos . . . .
El día que Augusto se quite las gafas,
rebaje de peso, se manche las manos
con mosto, no con sangre de estudiantes y obreros . . . .
El día que los pueblos arranquen las estatuas
de Martí o Trujillo, Bolívar o Duarte,
y las lleven a fundir en cañerías
para los rancheríos de los que no tienen . . . .
Quizás tocaré con un dedo impoluto
la mierda de la historia que aceita el engranaje
de la maquinaria que muele a mi gente
en carne de hamburguesa que parrillan los gringos.
AGNUS DEI
Agnus Dei,
qui tollis peccata mundi:
Dona eis requiem.
Agnus Dei,
qui tollis peccata mundi:
Dona eis requiem sempiternam.
Altas montañas
De américacolonia,
Piel de la tierra,
carne de gallina,
faldas recogidas
por que no se manchen
con la sustancia
de los muertos:
los muertos-señoras
y los muertos-niños,
los muertos-obreros,
los muertos-maestros.
Montañas imponentes
de la américaesclava;
hace siglos
viven replegadas,
solteronas
de ceño fruncido,
furibundas
porque las alfombras
de la casa grande
se cubren de ceniza,
despiden los gritos
de esqueletos sin rumbo.
Este ciego,
mudo a propósito,
no canta cascadas
ni florecidos valles.
No canta al jaguar
ni a la boa.
No canta las loas
del peonaje humilde,
no se ocupa del jíbaro
ni de la riqueza
cultural indígena.
La cascada corre
llena de basuras.
El valle florece
vigas de cemento.
El peonaje
trafica en el Norte.
El sencillo jíbaro
engorda escritorios.
La cultura indígena
se exhibe en museos.
Queda la otra herencia:
los vivos que han muerto,
los muertos que viven.
Inaccesibles
objetos del placer.
intocables
objetos del deseo,
los cuerpos suaves
de los asesinados,
los desaparecidos
de cuerpos duros.
¿Quién los quiere?
¿Quién les hace el amor?
El necrófilo
vidente
que los siente
en la caricia
de la brisa
y respira
con fruición el hedor
que las montañas
desean evadir;
que las alturas
desean escapar.
Américapaisaje
velado en sangre.
Macchu Picchu,
cementerio de piedra.
La Amazonia,
vegetal cementerio.
El Chimborazo,
cementerio nevado.
Los recorre
quien nada conoce,
quien percibe
por los sinsentidos;
quien encuentra
el camino invisible
equivocándose,
de sepulcro en sepulcro.
LUX AETERNA
Lux aeterna luceat eis, Domine,
cum Santis tuis in aeternum,
quia pius es.
Requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat eis.
Dice Horacio Oscar García Gastelu[1]
que en la vereda
los obreros de las catorce horas
alzan a su hermano
por la cintura;
que a Ricardo
le han cortado las manos,
y que hasta Quilmes
hay tanto viaje, y tanta muerte.
Dice Mónica Candelaria Mignone[2]
que cuando se mira
atenta, hacia adentro,
se halla tan vacía
y tan llena a la vez;
que el villero está
destinado al silencio
porque la ley
sólo ampara al rico.
Agustina María Muñiz Paz[3]
aprendió temprano
que ya no hay mañanas;
que las alas del olvido
baten junto al poeta’
que aparta sus manjares
para escribir
sobre las muertes
los nacimientos
que le esperan.
Alcira Graciela Fidalgo[4]
quiere que haya alguien
que la contemple
en su tristeza;
echa de menos
los molinos de viento
y ha colgado los ojos
de una telaraña
porque de cada esquina
la miran los muertos.
Álvaro Martín Colombo[5]
canta a la patria
amante y carnicera.
Julio Ricardo Jawa[6]
le ha pedido a la madre
que lo vaya a buscar
en el corazón de los campesinos,
los ojos de los niños desnutridos,
la rebeldía de los estudiantes.
Porque ama la vida,
ha salido a pelearla
en cada villa,
en cada escuela,
vibrándole las venas
con una militancia
aprendida
en el seno materno.
Estos
y los otros
cuyos huesos
devoran las sirenas,
cuyas carnes
alimentan los robles,
cuyo aliento
se condensa en lluvia,
forman
la verdadera geografía de América,
muestran
el camino a seguir
aunque ninguna historia
los recoja
y con los años
también desaparezca
el poeta
que los habla.
LIBERA ME
Libera me Domine, de morte aeterna,
in die illa tremenda,
quando coeli movendi sunt et terra.
Dum veneris judicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et timeo,
dum discussio venerit atque ventura ira.
Dies illa, dies irae, calamitatis et miseriae,
dies magna et amara valde.
Requiem aeterna dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat eis.
¿Cuántos
miles
de muertos
justifican
la
existencia
de
los
agentes
de
la
cultura?
¿Cuántos
han
sido
arrojados
al
mar
desde
los pájaros
de hierro
vivos
los
cuerpos
girando
hacia
las
aguas
del
anonimato
cuerpos
desaparecidos
convertidos
en
juegos
verbales
por
señores
argentinos,
chilenos, colombianos,
panameños, peruanos,
guatemaltecos
brasileños,
la
flor
y
nata
de
la
literatura
premiada
por
los
gobiernos
de
derecha
y
de izquierda?
¿Con
cuántos,. estudiantes
mutilados,
doncellas,
destripadas,
con
cuántos
voltios,
cuántas
patadas,
cuántos culatazos
se
escribe
la
novelada
historia
de
la
casa
tomada,
el
territorio
vendido
del
Río
grande
a
la
Patagonia,
en
manos
de
los
ejecutivos
de
la
Coca
Cola,.
la
IBM,
la
CIA,
de
las
hamburguesaslos
levis
los
calzoncillos
firmados
los
zapatos
firmados,
el
tigre
y
el
cocodrilito?
¿Cuántos
emigrantes
en
las
calles
de
Nueva
York,
Los
Ángeles,
París,
Berlín,
Madrid
Florencia,
para
que
una
de
las
Américas
desaparezca?
Hay
quien
dice
que
no
hay
que
preocuparse
demasiado.
Queda
el
testimonio
de
los
escribanos
creando
castillos
lingüísticos
asequibles
en
librerías.
Si
no
se
puede
habitar
el
terreno
bien
se
puede
vivir
la
palabra.
Atragantarse
de
letras
sabrosas,
con
el
vientre
hinchado
ahuecar
la
garganta,
fosa
común
de
los
muertos,
para
eructar
a
todo
pulmón
himno
que
pare
los
pelos,
que
arranque
lágrimas:
ay,
que
linda
mi
patria.
No
tanto
la
otra,
mi
odiada
vecina.
No, aquella
la
bella,
dorado
jauja,
los
estados
fraternal
mente
unidos
del
Norte.
¿Cuántos
muertos,
cuánta
sangre
empozada,
cuántos
ilegales,
cuántos
ilusos
inocentes
creyentes
en
la
histórica,
histérica,
histriónica
epopeya
que justifica
el
que
los
arreen
a
los
mataderos?
Nadie
les
ha
dicho
que
con
ellos
se
compran
acciones
de
multinacionales,
que
los
muertos
no
disminuyen
el
atractivo
de
los
uniformes,
el
ardor
pasional
que inspiran
las
botas,
los
rifles,
las
marchas,
los
desfiles.
Quizás
haya
que
traicionar
los
traidores,
traicionar
la
traición
de
los
libros,
gritar
desde
las
murallas
del
espacio
violado,
proclamar
sin
misericordia
el
segundo
holocausto:
LAS VÍCTIMAS
SON
LOS
VICTIMA-RIOS.
LOS
VERDUGOS
SON
LOS
CONDENA-DOS.
CADA
ASESINATO
ES
UN
SUICIDIO.
CADA EMIGRANTE
UN
VENDIDO.
CADA
NOVELISTA
UN EMBUSTERO,
CADA
POETA
VIVO
UN ESPECTÁ-
CULO
DE
CIRCO,
UNA
PUTA
AMARRADA
A
LA
PATA
DE
UNA
CAMA.
Jeremías,
único
ejemplo
posible;
ángel
de
los
siete
sellos,
siete
trompetas,
con
la
espada
flamante
desenvainada:
anuncia
denuncia,
desparrama
la
voz
a
los
cuatro
vientos,
los
cuatro
puntos
cardenales.
Si
no
puede
parar
la
matanza,
la
compra,
la
venta,
da
nombre
a
la
condición
del
continente.
QUE
RETUMBE.
Para
que
no
recaiga
sobre
los
ciegos
el
peso
de
la
visión
del
futuro.
Para
que
los
mudos
no
tengan
que
encontrar
el
sonido
de
las
palabras
que
lo
forman.
Para
que
los
sordos
no
corran
evitando
el
estruendo
de
las
monedas,
los
viajes
sin
escalas,
las
montañas
dinamitadas,
los
ríos
amarrados,
los
árboles
talados,
los rascacielos
agujereando
el
espacio.
Para
que
los
muertos
regresen
a
sus
villas
miseria,
sus
arrabales
pintorescos,
turísticos,
tangueros,
pleneros
llenos
de
niños
grandes
que
ríen
y
bailan
y
cantan
canciones
al
son
de
sus
guitarritas.
Para
que
el
testigo
ya
vacío
de
palabras
descanse
de
T
A
N
T
A
G
U
E
R
R
I
L
L
A
F
A
N
T
A
S
M
A.
Nueva
York,
1986
[1] Nace el 24 de abril de 1955. Estudiante de Biología. Desaparece el 17 de agosto de 1976, a los 21 años.
[2] Nace el 14 de febrero de 1952. Psicopedagoga. Desaparece el 14 de mayo de 1976, a los 24 años.
[3] Nace el 30 de Julio de 1949. Estudiante de Música y de Letras. Desaparece el 21 de abril de 1976, a los 28 años.
[4] Nace el 8 de noviembre de 1949. Estudiante de Derecho. Desaparece el 4 de febrero de 1977, a los 28 años.
[5] Nace el 11 de noviembre de 1954. Delegado sindical y estudiante de abogacía. Desaparece el 19 de noviembre de 1976, a los 22 años.
[6] Nace el 3 de enero de 1953. Estudiante de derecho. Desaparece el 12 de agosto de 1977, a los 24 años.
2 comentarios:
Gracias por publicar este texto duro, hermoso y dolorosamente verídico. Asi es la poesía de Afredo, el es siempre él, con censura o sin ella.
A Silvia: mis felicitaciones por la publicación on-line de este libro cuya existencia desconocía.
A Alfredo: no encuentro las palabras adecuadas para decirte cuánto duele la memoria que reviven tus versos.
A ambos: Muchísimas gracias.
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